Adriana Godard: el camino del yoga y la vida como práctica

Adriana Godard: el camino del yoga y la vida como práctica

“Medita, mira hacia adentro. Todo lo que buscamos —paz, amor, dicha— ya está ahí. Descubrirse a sí mismo es la aventura más hermosa que alguien puede hacer”


 

 

Adriana Godard es la fundadora de Centro Kanda, un estudio de yoga con casi 15 años de trayectoria que, más que un lugar, es un refugio para el alma. 

Mamá, esposa, yogui y psicóloga de formación, lleva recorriendo el camino de la consciencia desde los 17 años, impulsada por una búsqueda profunda y una certeza de que las respuestas ya habitan en nuestro interior.

En Kanda ha tejido una comunidad viva donde cuerpo, mente y espíritu se entrelazan.

 

 

¿Cómo empezó tu camino en el yoga?

 

Antes de los 17 años mi vida era bastante normal, pero a esa edad algo cambió. Empecé a cuestionarme todo: ¿Qué quiero hacer realmente?, ¿Qué me apasiona? Estaba a un año de entrar a la universidad, y esa búsqueda interna trajo tormenta. Fue un periodo intenso de replantearme creencias y enfrentar dudas existenciales. Justo en ese momento perdí a mi papá, y esa pérdida detonó aún más mi necesidad de encontrarle sentido a la vida. Me fui unos meses fuera de México y al regresar — como si la vida supiera lo que necesitaba — comenzaron a aparecer herramientas que hasta entonces desconocía. Me invitaban a clases de yoga, meditación; empecé a explorar la escultura y otras actividades que, poco a poco, me daban pistas. Recuerdo mi primera clase de yoga: no obtuve respuestas claras, pero la sensación que dejó en mí fue tan poderosa, que supe que ahí había algo por descubrir.

Luego tuve un sueño que lo cambió todo. Soñé que moría y quedaba atrapada en un limbo. Un ser enorme y luminoso llegó y me dijo: “Tienes que irte al bosque y sentarte a meditar”. Yo, que aún no sabía qué era meditar, pregunté: “¿Cómo? ¿Qué hago?”. Y me respondió: “Siéntate, cierra los ojos y todas las respuestas estarán dentro de ti”. Ese sueño marcó el rumbo.

Más adelante estudié psicología, viajé a la India, y para entonces el yoga ya era el eje de mi vida. Un mes antes de volver, tuve la certeza absoluta de que esto era a lo que quería dedicarme. Desde entonces, mi vida ha sido una búsqueda constante, pero con la convicción de que las respuestas ya están dentro de nosotros.

 

 

¿Cómo fueron los inicios de Kanda?

 

Durante el primer año y medio, tuve una certeza absoluta de que esto era mi camino. A la hora de cada clase, me sentaba en la escalera de Kanda, esperando a que alguien llegara. Al principio no llegaba nadie, pero nunca dudé. Pensaba: esto es, y tomará el tiempo que tenga que tomar, yo estaré aquí cuando se abra. Y de pronto, empezaron a llegar. Cada persona que aparecía era como un regalo que me encendía el corazón. Me siento profundamente honrada de compartir lo que voy descubriendo, y me impresiona la valentía de quienes se atreven a mirar hacia adentro.

 

 

¿De qué manera tener una práctica constante te beneficia en tu vida cotidiana?

 

Mi práctica ha sido un ancla, especialmente en los momentos más intensos. La maternidad, por ejemplo, me ha confrontado como nada. Mi primer embarazo fue una prueba de fuego: me diagnosticaron un insulinoma y pasé meses hospitalizada, sin poder comer, conectada a una sonda por la nariz. Fueron seis meses de ayuno absoluto, un reto físico y emocional que me llevó al límite. Pensé muchas veces: si hasta aquí llego, que así sea, pero lo voy a sentir todo. Mi práctica de años se puso a prueba ahí, en esa incertidumbre y ese dolor. Aprendí a estar presente, a observar mis emociones sin pelearlas, a reconciliarme con lo que la vida me estaba dando.                                                                                             La maternidad también me transformó la idea de libertad. Antes creía que ser libre era hacer lo que quisiera, cuando quisiera. Con los hijos, el tiempo y el espacio dejan de ser tuyos; estás al servicio de otro 24/7. Y, paradójicamente, entendí que esa es mi práctica real. Siempre había dicho que la verdadera práctica está en la vida cotidiana, y la vida me lo confirmó.

 

 

 

“Es como si un pez dijera: “¿Qué es el mar?”; pues está inmerso en él, no puede separarse”

 

 

 

¿Cómo se ha transformado tu relación con la práctica a lo largo del tiempo?

 

Al principio, el yoga era un reto físico. Quería probar hasta dónde podía llegar mi cuerpo, hacer posturas desafiantes, estirar la liga al máximo. Pero con el tiempo me di cuenta de que forzarlo demasiado me lastimaba. Empecé a escuchar mi cuerpo, a respetar sus ritmos y límites, porque quiero que esta práctica me acompañe toda la vida. Luego descubrí Anusara, un estilo que integra filosofía en cada clase y eso llevó mi práctica a un lugar más introspectivo. Ya no solo buscaba mover el cuerpo, sino que cada práctica resonara dentro.

Ahora mi práctica es lenta, consciente, enfocada en la sincronía entre respiración y movimiento. Ya no busco el límite físico; lo que me importa es no dejar escapar ni una sola respiración sin atención.

 

 

Tus clases no solamente siembran semillas de reflexión, sino que activan una consciencia corporal profunda a través de la yoga cromática.  ¿Cómo este enfoque facilita esa conexión?


Conocer la Yoga Cromática fue como abrir una puerta nueva en el yoga. De pronto, conecté con mi cuerpo de una manera tan consciente que descubrí músculos que ni sabía que tenía. Es una práctica que va más allá de la flexibilidad; se enfoca en activar los músculos con intención, en crear integridad muscular para proteger las articulaciones y evitar lesiones. Lo maravilloso es que restaura la alineación natural del cuerpo —he visto gente sanar dolores de años— y te da libertad: te enseña cómo funciona tu cuerpo y te deja elegir qué necesitas en cada momento. Cuando una herramienta te permite elegir a partir del conocimiento, me parece muy poderoso.

 

 

La experiencia en Kanda va más allá de una práctica física… ¿Es algo que han buscado conscientemente?

 

En Kanda siempre hemos querido que la práctica sea integral. No se trata solo de mover el cuerpo, sino de darnos cuenta desde dónde lo movemos. ¿Cómo llegamos? ¿Qué pensamientos traemos? ¿En qué estado está nuestra mente, nuestras emociones? Vivimos en un mundo donde la atención está fragmentada, y para mí lo esencial es cultivar presencia y consciencia en lo cotidiano. Por eso aquí buscamos la integración de muchos aspectos, a través de distintas prácticas

 

 

¿Qué importancia tiene para ti la comunidad en tu vida y práctica?


La comunidad es esencial. Es en los demás donde nos reflejamos, donde el amor y la conexión cobran sentido. Aunque el camino es personal —nadie puede practicar por ti—, compartido se vuelve infinitamente más rico. Hoy, en un mundo tan aislado, esa unión es vital. En Kanda no planeé crear una comunidad, pero se fue tejiendo sola, como una red de amor. Es como un arcoíris: cada persona trae su color, y juntos creamos algo más grande. La verdadera fuerza está en el vínculo, en saber que no caminamos solos.

 

 

En tus clases mencionas mucho la conexión entre el cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu. ¿Por qué es tan importante integrar todas estas partes?


En la tradición Shakta Shivaita, que es no dual, no hay división entre lo espiritual y lo terrenal. Todo es consciencia manifestándose: el cuerpo, las emociones, la mente, todo es igual de sagrado. Yoga viene de “yuga”, unión, y no hay unión si dejas algo fuera. Para mí, integrar es darle su lugar a cada parte: cuidar el cuerpo, sentir las emociones sin pelearlas, observar la mente sin juzgarla. Es como el cielo, que no elige entre la lluvia o el arcoíris; todo cabe. Si te paras en un lugar sin preferencias, puedes presenciarlo todo al mismo tiempo. Todo cabe en ese espacio infinito que lo contiene todo.

 

 

 

“Es en los demás donde nos reflejamos, donde el amor y la conexión cobran sentido. Aunque el camino es personal —nadie puede practicar por ti—, compartido se vuelve infinitamente más rico.”


 

 

¿Cómo podemos regresar al lugar dentro de nosotros donde se encuentran todas las respuestas? 

 

La meditación es medular. Cerrar los ojos y reconocerte como eso que está observando y darte cuenta que no puedes no ser eso. Es como si un pez dijera: “¿Qué es el mar?”; pues está inmerso en él, no puede separarse. Es igual en lo cotidiano, no puedes separarte de eso: ¿Quién escucha ahora? ¿Qué siente la ropa en la piel? Eso eres tú, esa presencia. Ya después lo tapamos con etiquetas: “yo soy esto, yo soy aquello”. Lo único que hay que hacer es darte cuenta, instante tras instante, de que estás siendo. Esa consciencia que se da cuenta de todo, eso somos.

 

 

¿Crees que hay algo que catalice la evolución de la consciencia?

 

Todo llega en su momento. Creo que para que la consciencia despierte, primero tiene que haber incomodidad, una crisis, algo que se vuelva tan insoportable que te haga cuestionar dónde estás. Ese es el catalizador. Cuando encuentras un camino de consciencia, es como agua en el desierto: quieres que todos lo vivan, porque transforma cómo ves el mundo. Pero no puedes forzarlo; cada quien despierta cuando está listo. Es un proceso individual, perfecto en sus tiempos. 

 

 

¿Qué hace que tu corazón cante?


Dar clases me expande el corazón. Estar en el tapete frente a los practicantes me eleva totalmente. La gratitud; poner atención a todo lo que sí hay y agradecerlo, me abre el corazón a grados máximos. La música, la naturaleza, el bosque, ver a la gente como una expresión de la consciencia: todo eso me eleva. Recordar que la vida es un juego para recordar quienes somos, me maravilla. La vida es extraordinaria cuando la ves desde ese lugar.

 

 

¿Qué nutre tu alma?


Todo lo que me regresa a recordar lo más profundo. Meditar me nutre como nada; es un espacio donde vuelvo a recordar quién soy. Mi práctica de yoga y la conexión genuina con otros —familia, amigos, alumnos— me alimentan profundamente. Estar juntos, compartir, es un alimento para el alma.

 

 

¿Alguna recomendación que quieras compartir?


Medita, mira hacia adentro. Todo lo que buscamos —paz, amor, dicha— ya está ahí. Descubrirse a si mismo es la aventura más hermosa que alguien puede hacer.

 

 

@adrigodard.yoga

@centrokandayoga

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